La barandilla del chiringuito a pie de playa, la puerta del Titanic, el cortauñas de espinete o el columpio de Pocoyó tienen en común una cosa; la oxidasió. La herrumbre, el enroñamiento… el paso del tiempo (que no suciedad) que hace recordar que cualquier tiempo pasado sí fue mejor y que a todos nos pasan factura las moléculas de oxígeno y otros agentes agresores flotando en el ambiente.
El metal se llena de óxido. Se oxida. Y lo mismo le pasa al aguacate o a la manzana fuera de la nevera y a tu cuerpo y cara serrana en contacto con el ambiente. Que se oxida. ¿Te suena la palabra? En cosmética la oxidación es sinónimo de arrugas prematuras, tono apagado y piel más flácida que una sábana bajera mal estirada. Pero tranqui, que integrando anti-oxidantes en tu vida, le das a tu piel el blindaje que necesita contra los efectos del sol, de la contaminación y del estrés.